Reflexión breve para caminar con más presencia y dirección.
El niño interior sigue vivo en cada uno de nosotros.
Es esa parte que siente curiosidad, que se permite jugar, crear, disfrutar. Y para caminar desde allí es necesario aprender a moverse en el mundo.
Hoy estamos rodeados de estímulos, exigencias, formas y lenguajes de convivencia que no siempre nos hacen bien. Y si no sabemos elegir, terminamos desconectándonos de nosotros mismos.
Por eso, uno de los aprendizajes más importantes es saber dónde estar.
Reconocer qué lugares, personas o actividades nos hacen bien y cuáles no.
No todo lo que nos rodea es compatible con nuestro presente.
Aprender a escuchar lo que sentimos es clave.
Si algo nos incomoda o nos apaga, no tenemos que forzarnos. Podemos decir que no, corrernos, tomar distancia. Y si algo nos enciende, nos da paz o nos inspira, entonces vale la pena quedarnos y cocrear ahí.
Ser fiel a uno mismo no significa cerrarse, sino elegir con claridad.
Es cuidarnos sin dejar de vivir.
Y vivir sin dejar de ser quienes somos.
Volver a jugar no es retroceder.
Es vivir con más presencia, con más honestidad.
Es permitirnos disfrutar sin traicionarnos.
Y eso empieza por algo simple:
Andar por caminos que nos resuenan.